Columna de Opinión. Por Mg. Cristián Flores Escalona
En
nuestro país, Chile, se hace urgente considerar que se está viviendo un
explosivo aumento de migrantes, especialmente de afrodescendientes, venidos de
países como Haití, Colombia, República Dominicana, Venezuela, entre otros. Este
movimiento que se está dando, es uno más de los cientos que han ocurrido a
través de la historia. Pueblos que se ven enfrentados a la pobreza, a sistemas
políticos y económicos tóxicos, guerras contra el narcotráfico, corrupción,
disputas territoriales; obligando a su población a trasladarse a tierras más
tranquilas y, principalmente, de alta estabilidad económica. Este movimiento
ciertamente afecta a los habitantes que residen en determinados países como el
nuestro que se ubican en el extremo del continente y que no tenía o recordaban
una cultura de la integración tan sólida como en otras naciones europeas o
norteamericanas. Sin embargo, son muy bienvenidos estas personas que llegan a
enriquecer el mundo científico, artístico, sanitario, cultural, etc. Todos los
seres humanos somos iguales y tenemos derecho al desplazamiento libre por el
mundo. Otro aspecto esencial a contemplar dice relación con el racismo y
discriminación de las que son víctimas estos seres humanos por el simple hecho
de ser de otro color, practicar otra religión o simplemente hablar de modo
diferente. El mundo parece que aprendió a medias después de dos conflictos
bélicos mundiales, en que fue foco el racismo y la discriminación. Por eso ese
aprendizaje debe actualizarse y convertirse en una oportunidad para construir
un mundo mejor. Todo apunta que las naciones deben conciliar sus propios
objetivos individuales con los objetivos universales de la paz y la buena
convivencia. Desde mi perspectiva, la
interculturalidad siempre será algo positivo, ya que le entrega al país que
recibe migrantes, un valor agregado, fortalecimiento el conocimiento y el
desarrollo social de los seres humanos. Yo me desempeño en el ámbito de la
educación y psicología; y veo con satisfacción como expertos de otras
nacionalidades están aportando fuerte y constantemente al mundo escolar y
académico universitario. Yo leo este cambio como una oportunidad de enriquecer
nuestra cultura, tan aislada y postergada durante algún tiempo en la década de
los 70. Además, es vital educar a las nuevas generaciones, destacando la sana
convivencia y apoyo recíproco de los ciudadanos de diferentes países. Todo
suma. Es un acuerdo partir por la educación/acción y hacer extensivo este
llamado de forma relevante al mundo político, religioso y civil. Nadie puede
quedar fuera. Debemos procurar que los habitantes del siglo XXI y próximos
tiempos, crezcan en territorios constructores de paz y unidad. Asimismo el
mundo entero debe trabajar por la igualdad de todos los seres humanos. Hay que
hacer fuerza para que los Estados incorporen normativas amables y políticas
públicas inclusivas. Por último, pienso que la tarea debe comenzar en el seno
de la familia, dentro de un diálogo transparente y positivo, luego abarcar la
escuela, las instituciones públicas y civiles, para hacer que esta nueva
mentalidad de la interculturalidad llegue a todos los rincones del planeta y a
lo profundo del corazón de las personas. Transformemos al mundo en uno muy
constructivo y resiliente. Todas las acciones que se puedan llevar a cabo son
muy bienvenidas. Que se movilicen las organizaciones tanto gubernamentales como
no gubernamentales, las organizaciones religiosas y laicas, las instituciones
públicas y privadas, los grupos políticos y apolíticos. Ratificar que todo es
un sistema que se vea fortalecido por las relaciones sanas y verdaderas entre
todos los habitantes del mundo. No a la discriminación y a ningún tipo de
racismo. Sanción severa y ejemplificadora a los responsables de incurrir en
estos actos que perjudican a la existencia humana. Respetemos los Derechos
Humanos.
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